AQUÍ ESTAMOS TODOS

AQUÍ ESTAMOS TODOS

Aquí estamos todos, como decía aquel anuncio del refresco rey: “los guapos, los feos, los gordos, los flacos…”
En la vida hay cosas que podemos elegir y otras que no. No puedes elegir tu país o lugar de nacimiento, no puedes elegir a tus padres, a tus hijos, etc.
No puedes elegir tus sentimientos, no puedes mandar en tu corazón.
La palabra clave es el RESPETO. Respetar las opiniones políticas, o respetar de qué equipo de fútbol son tus amigos.
Por ejemplo: Te llamas Juan, eres heterosexual, te gustan las películas de terror y eres del Athletic. Eres gordo y feo, pero tus amigos y familiares no se fijan en eso para quererte o no. Te gusta ser un ligón, y lo eres, porque eres simpático, bondadoso, detallista y tienes un don de palabra que todo el mundo adora, ¡Vaya salero!
Las chicas se sienten encantadas contigo, y lo sabes.
            También podemos hablar de Paco. Si Paco fuese todo lo anterior, sólo con la diferencia que es homosexual y los chicos le adoran porque es genial; pues estaríamos hablando de dos tíos simpáticos e igualmente respetables.
            ¿Y si Paco es tu hermano? ¿O tu hijo? ¿O tu amigo?
Entre todas las cualidades de una persona, ¿El motivo de distinción puede ser, a quién ame Paco?
Si lo que se hace es amar, sea a un hombre, una mujer o a ti mismo, ¿No es suficientemente importante?
            Ojalá viésemos más actos de amor de cualquier tipo, homosexual, heterosexual o bisexual.
¿Y los transexuales? ¿Hacen daño a alguien por buscar su propia felicidad?
Eso es lo que deberíamos hacer todos, aceptarnos a nosotros mismos para así poder empatizar con los demás.
            No podemos elegir nacer homosexual o heterosexual. ¡Y qué importa!
De todo hay en todos sitios, buena y mala gente. Pero eso sí lo puedes elegir, ser respetuoso, amable, divertido, empático. Tanto si eres lesbiana o no.
Que si te critican sea por tus actos, no por quién eres.
            Ahora sí llega el momento de decir, que a Juan y a Paco no los conozco. Pero a mi hermano sí. Y le adoro con toda mi alma.
Nació cuando yo tenía 5 años, y aún recuerdo el primer día que le vi cuando vino del hospital. ¡Qué ojazos marrones más enormes sigue teniendo!
Yo me sentía su mamá. Disfrutaba cuidándole, achuchándole, besándole. No le soltaba ni un segundo. Seguimos creciendo y siempre hubo infinitos gestos de cariño entre nosotros. Para mí era mi hermano pequeño y lo sigue siendo.
A día de hoy, soy madre, y sigo amándole casi como si fuese la suya.
Mi hermano es homosexual, claro que sí. Y si no lo fuese le amaría igual.
Acaba de cumplir 34 años y, afortunadamente, lleva su vida con mucho orgullo. Y más orgullosa estoy yo de que no se esconda, que se muestre como es, y viva su vida en libertad; siendo tan humilde y cariñoso. Y aplaudo su valentía. Mi mayor deseo es su felicidad.
            A todos los que “entienden” que no se escondan, que disfruten del amor y de la vida, que sólo hay una.
Y a los que no les entienden, que abran la mente y piensen en todo lo bueno que les pueden aportar los demás, sin tener en cuenta con quién o quiénes se van a la cama.
Aquí estamos todos, con nuestras virtudes y nuestros defectos.

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